El problema de la desigualdad en la pareja adolescente

Durante años se ha luchado contra la desigualdad en la pareja, se han realizado campañas para que los miembros de la pareja tengan un rol equitativo, y no haya una diferencia entre el dominante y el sumiso. Los cambios en las parejas españolas eran esperanzadores, las diferencias habían disminuido y la mirada social se había vuelto en contra de la desigualdad en la pareja.

A pesar de todos los movimientos y los esfuerzos por eliminar esta desigualdad, todavía quedaban restos de una mentalidad injusta sobre lo que era la pareja y lo que debían de ser sus componentes. En la actualidad continuamos viendo estas desigualdades, pero sorprende que las veamos tan claras en parejas adolescentes, y con un grado de convicción sobre la normalidad de las diferencias entre los miembros tan profundo.

Es posible que en cierto momento el trabajo para erradicar las diferencias se centrara en los casos en los que estas diferencias se hacían notables a través de la violencia y se apartaran los ojos de la prevención y la educación en valores de igualdad en la pareja, suponiendo que las nuevas generaciones no necesitaran ya esta información.

Por ello, todavía se deben dirigir esfuerzos para educar en valores de igualdad desde la infancia, cultivar la idea del respeto mutuo como base de la relación y eliminar mitos y conceptos erróneos que idealizan el amor de tal manera que impide la libertad e individualidad de los miembros de la pareja. Entre otros, existen en la adolescencia los siguientes mitos:

  • Lo ideal es que las dos partes de la pareja quieran estar siempre juntos y compartan todo
  • En una relación todas las necesidades están cubiertas, por lo que no necesitan nada más (o a nadie más)
  • No se deben tener discusiones ni peleas
  • Se deben tener las mismas amistades

Existen ciertos signos en la pareja adolescente que señalan una relación idealizada y no saludable para uno o ambos miembros. Estos signos pueden enseñarse a los adolescentes para que los reconozcan y los rechacen, de esta forma evitamos que se conviertan en habituales:

  • Si no soporta a tus amigos/as y prefiere que quedéis siempre los dos a solas.
  • Si siempre es el otro quien decide cuándo quedar, a qué hora, dónde…
  • Si te dice que no le gusta que vayas a ninguna parte sin él/ella y te lo justifica diciendo que no puede estar sin ti.
  • Si controla tu manera de vestir, maquillarte, hablar o comportarte.
  • Si se muestra protector/a hacia ti diciendo cosas como: «yo sé lo que es bueno para ti», » sé lo que te conviene»…
  • Si para conseguir lo que quiere hay veces que te hace sentir culpable.
  • Si necesita saber todo lo que dicen tus colegas de él/la.
  • Si intenta tener controlado tu móvil para saber con quién hablas.
  • Si tiene la sensación de que le estás provocando para que «salte».
  • Si no se fía de lo que le cuentas y lo comprueba.
  • Si le cuesta mucho disculparse, y más si es ante ti.
  • Si siente que, como hombre, tiene que proteger a las mujeres.
  • Si se burla de ti y te avergüenza en público.
  • Si critica constantemente tus opiniones o tu forma de pensar.
  • Si no se interesa por tus cosas.
  • Si alguna vez se pone tan nervioso/a contigo que descontrola y sientes miedo.
  • Si te trata como si fueras menos competente que él/la.

Enseñar a los jóvenes que estos comportamientos no son parte del amor ayudará a que eviten relaciones tóxicas tanto en la adolescencia como en el futuro. Para que cambie la mentalidad colectiva sobre este fenómeno tan peligroso para el futuro, que es la desigualdad en la pareja, y la imagen del amor representada por comportamientos del tipo de los signos mencionados desaparezca, toda la sociedad y cada una de las personas que la conforman deben participar en difundir la idea de que el amor es respeto, libertad y confianza. De todos depende que en las generaciones futuras no exista la desigualdad en la pareja.

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