El diccionario del Diablo de Ambrose Bierce

Navegando por la limitada colección de títulos en español disponible en la tienda online para el Kindle me topé con un volumen titulado El diccionario del diablo. El libro me llamó la atención de inmediato y lo guardé en la recámara para cuando me hubiera ventilado los libros que tenía pendiente. Nunca había oído hablar de él ni tampoco de su autor, Ambrose Bierce, aunque eso posiblemente no diga tanto de su fama como de mis lagunas en la literatura universal. Desde el comienzo me encontré con un libro tremendamente divertido y con una vigencia tan rabiosa como desconcertante. Pero antes de hablar del libro hablemos un poco de su autor.

Bierce nació en 1842, hijo número diez del matrimonio Marco Aurelio y Laura Bierce. Quizás la falta de amor recibida le hizo no guardar ningún tipo de afecto a su familia. Más tarde participó en la guerra de Secesión, lo cual contribuyó a compartir el odio que guardaba a su familia con el resto de la sociedad. Eso no le impidió casarse y tener hijos, aunque como era de esperar el matrimonio no le condujo a una vida familiar y feliz. Consigue hacerse famoso ejerciendo de periodista y colocó su nombre a la altura de Mark Twain y Edgar Allan Poe. En 1913 se marcha a México a luchar junto con las tropas de Pancho Villa y desaparece del mapa. Se cree que murió en 1914.

«Diccionario, s. Perverso artificio literario que paraliza el crecimiento de una lengua además de quitarle soltura y elasticidad. El presente diccionario, sin embargo, es una obra útil.»

Bierce publica El diccionario del Diablo en 1911, hace justo cien años, aunque los aforismos datan desde 1881. Existe una edición previa del año 1906 que contiene gran parte de las definiciones bajo el título Diccionario del cínico. Este nombre fue impuesto por el editor y según el autor no tuvo el suficiente poder para rechazarlo ni la suficiente alegría para aprobarlo. El libro consiguió enseguida una acogida muy positiva y el autor ironizaba con su particular sentido del humor acerca de los plagios que sufrió de forma casi inmediata.

He tenido serias dudas en qué sección del blog colocar este post. Al final he decidido que el lugar más lógico era la sección de No ficción. Primero porque por definición un diccionario ha de ser una descripción de la realidad, de lo contrario es totalmente inservible. Y segundo, y más importante, aunque el autor sea un cínico redomado muchas de las veces dice verdades como puños. El diccionario es en momentos tremendamente divertido por el lenguaje que usa (se nota en su estilo el periodo pasado en el Reino Unido por su ácido sentido del humor). Pero en otras ocasiones las definiciones, de tan negras y deprimentes, hasta resultan casi poéticas. Aunque suelen ser de longitud breve, en algunos casos el autor se explaya detallando teorías apócrifas y surrealistas de la que sin duda debieron beber genios del humor posteriores como Groucho Marx.

Para que os podáis hacer una idea a continuación de por donde van los tiros os pongo algunos ejemplos:

Academia, s. Escuela antigua donde se enseñaba moral y filosofía. Escuela moderna donde se enseña el fútbol.

Bruja, s. (1) Mujer fea y repulsiva en perversa alianza con el demonio. (2) Muchacha joven y hermosa en perversa alianza con el demonio.

Bruto, s. Ver Marido

Etnología, s. Ciencia que estudia las distintas tribus del Hombre: por ejemplo, ladrones, asaltantes, estafadores, burros, lunáticos, idiotas y etnólogos.

Eucaristía, s. Fiesta sagrada de la secta de los Teófagos. En esta secta surgió una vez una infortunada disputa acerca de lo que comían. Dicha controversia ha causado ya la muerte a quinientas mil personas, sin que la cuestión se haya aclarado.

Palacio, s. Residencia bella y costosa, particularmente la de un gran funcionario. La residencia de un alto dignatario de la Iglesia se llama palacio; la del fundador de su religión se llamaba pajar o pesebre. El progreso existe.

Patriotismo, s. Basura combustible dispuesta a arder para iluminar el nombre de cualquier ambicioso. En el famoso diccionario del doctor Johnson, el patriotismo se define como el último recurso de un pillo. Con el respeto debido a un lexicógrafo ilustre, aunque inferior, sostengo que es el primero.

Presente, s. Parte de la eternidad que separa el dominio del desengaño del reino de la esperanza.

No queda autoridad, ya sea religiosa, civil, artística o filosófica, indemne ante el torbellino de Bierce. No deja de insultar a ningún colectivo poniendo ante cualquiera de ellos el peor de los insultos: un espejo. Quizás lo más ridículo de todo es que si bien esto estaba a la orden del día hace cien años, hoy sigue pintando en bastos en cada uno de estos campos. Parece claro que hemos avanzado bastante poco (y puede que incluso en algunos campos hayamos retrocedido). La crítica que se le puede hacer a Bierce es que no ofrece ninguna alternativa. Si bien esto es verdad, hay dos buenas razones para defender al escritor. La primera es que el género que elige no le da la opción para hacerlo aunque cualquiera que sepa leer entre líneas sabe por donde pueden ir los tiros de lo que él quisiera. La segunda es que para poder construir un nuevo sistema hay que derribar primero los escombros del pasado. Y en eso todavía estamos.

Quizás lo mejor sea no sea hacerse muchas ilusiones, aunque esto sea el blasón del pensamiento conservador. Como una vez dijo un poeta: “Que el mundo fue y será un porquería ya lo sé…”

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