Hace un par de semanas el ABC publicaba un artículo en el que describía el enorme éxito literario que el escritor americano John Locke había cosechado con la saga que narra las aventuras del agente Donovan Creed. Lo más interesante es que Locke es un autor que ha decidido entrar en el siglo XXI, autoeditarse y distribuir sus libros a través de Amazon. Sus novelas le han llevado a cosechar un gran grupo de seguidores y ha conseguido vender más de un millón de e-books, lo que le permite codearse con otros autores como Stieg Larsson o Michael Connoly. Para los que sintáis curiosidad, hoy vamos a hablar (entre otras cosas) de la primera novela de la serie, Lethal People, que podemos traducir como Gente letal.
Lo primero que quiero decir es que es siempre una buena noticia que cualquier escritor venda más de un millón de libros. Nunca he entendido el odio de escritores “serios” hacia gente como Dan Brown y sus libros. El mero hecho de que la gente lea, aunque sea la etiqueta de los botes de champú mientras están en el baño, es algo que se debe festejar. La lectura es un vicio contagioso que empieza por una lado pero acaba contagiando otros. El lector aficionado a un género más tarde o más temprano se acaba aficionando a otros. Y en el caso que no lo haga tampoco importa, leer no tiene otro fin que entrener al lector sin importar la calidad o la temática del libro que se trae entre manos.
«Ella alzó su brazo y lo movió a modo de despedida sin volver el rostro. Me pregunté qué le había dado la suficiente confianza para asumir que había estado mirando fijamente su trasero todo ese rato».
La novela empieza con un incendio en una residencia. Un matrimonio vive en ella con sus dos hijos. Los padres se despiertan e intentan desesperadamente salvar las vidas de sus hijos. Al mismo tiempo en una celda un tal Donovan Creed está sufriendo los experimentos de una nueva arma para ver si sirve como herramienta de tortura. Estos dos episodios, narrados por una voz anónima, son el prólogo de la obra que sirve como presentación de la novela. A partir de ahí es el propio Creed el que toma la voz de la narración y nos contará la historia. Pero ¿quién es Creed?
Donovan Creed es un asesino de la CIA, divorciado y padre de una hija. Se gana los garbanzos oficialmente como cobaya humana para ver si ciertas armas pueden ser usadas para torturar y sonsacar la información de prisioneros. Fuma, bebe y le encantan las mujeres, aunque su “carrera profesional” le impide poder mantener una relación convencional. Es agudo y sarcástico con sus comentarios, lo cual hace pasar buenos ratos al lector. Un tipo duro en general pero aunque aquí aparezca como el bueno de la película hay motivos para pensar que Creed tiene algunos puntos negros en su expediente.
Todos estos ingredientes no son ni mucho menos nuevos en el género de la novela negra. ¿Dónde está aquí la noticia? Pues en este caso está en el autor. No estamos ante el primer autor que decide autoeditarse y alcanzar un gran éxito de ventas. En este blog hemos hablado por ejemplo ya de Bahamón Dussan, también con un gran éxito en el formato electrónico y no tanto en el físico. Pero el éxito de Locke es sin duda mucho más abrumador. A bote pronto se me ocurren tres razones que explican este tornado literario:
Locke escribe en inglés y es estadounidense: El público americano está mucho más acostumbrado que el hispanohablante al formato digital. Hay una gran variedad de soportes aunque el Kindle de Amazon sigue siendo el rey indiscutible. Google lanza hoy su propio dispositivo por lo que puede que haya cambios pronto pero en cualquier caso hay una mayor aceptación de este soporte allí que en el viejo continente.
El género de la novela negra: Si usted quiere éxito y poder vivir de la literatura hoy le aconsejaría escribir una novela negra. Si Cervantes hubiera vivido en nuestro tiempo, en vez de hacer una parodia/homenaje de las novelas de caballería, hubiera hecho una de la novela negra. El género es omnipresente, con Salander a la cabeza. Por no hablar de las series de televisión…
El precio: No sólo es el formato y el género, sino también el precio por el que uno puede hacerse de forma legal con esta obra. El año pasado compré una novela en español en formato digital y me soplaron 16 eurazos ¡Un robo! Un euro más barato que la obra impresa en papel… La novela de Locke se compra en Amazon por 0.99 dólares. Creo que sobra cualquier comentario
Internet ha cambiado el mundo en muchos aspectos y el de la literatura y lectura no es una excepción. No sólo en la cuestión de la producción del producto cultural, sino también en su distribución. Las redes sociales permiten la distribución de forma exponencial de contenido que antes hubiera pasado inadvertido, a no ser que hubiera contado con una fuerte campaña de marketing a sus espaldas. Tendemos a pensar que hemos conservado lo mejor de la literatura universal, pero no es descartable que el mejor libro que el hombre alguna vez escribiera se haya perdido en el túnel del tiempo porque el editor de turno no viera allí ningún potencial (tanto cultural como económico). Gracias al formato electrónico podemos contar no sólo con una mayor variedad de soportes sino también con una mayor seguridad a la hora de conservar libros que no se editan con tapas duras. El libro electrónico no tiene porque desbancar al libro físico (que acabará encontrando su nicho cultural) sino que complementará sus carencias.
Sea como fuere, la novela está muy bien. El final empalma con la siguiente novela para incitar la curiosidad del lector y conseguir convertirle en un adicto a toda la serie, lo que demuestra también que la visión del escritor va más allá del libro presente y quiere construir su propio universo. Los diálogos son frescos, directos y en algunos momentos muy divertidos. En más de una situación el lector queda sorprendido con la forma de solventar ciertos aspectos de la trama. Locke es sin lugar a dudas un escritor ingenioso. En estos momentos el libro sólo está disponible en inglés.
La novela no nos va a cambiar la vida pero, de nuevo, no toda novela tiene por qué hacerlo, y menos durante las vacaciones de verano. Ya leeremos a Dostoyevsky en otoño…